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¿Por qué a veces una recompensa material no es tan buen incentivo?

Cuando pensamos en ponernos objetivos o metas estamos pensado en lograr algo en particular, hacer ejercicio para tener un peso saludable, ahorrar para poder ir de vacaciones, salir temprano del trabajo para estar un tiempo con los hijos, muchas veces estas recompensas son el motor que nos mueve hacia adelante para lograr lo que queremos. Pero, en este caso, si observamos de cerca, el resultado parece ser mucho más valioso que el proceso en sí.

Si ustedes son como yo y quieren tener una casa ordenada y limpia hay que tomarse el tiempo de barrer, tirar la basura, trapear, aspirar, desinfectar, entre otras cosas para que podamos tener la grandiosa recompensa de sentirnos bien y saludables en una casa limpia. En este caso la recompensa nos permite pasar y soportar aquellas tareas o actividades que para algunos o algunas veces resultan tediosas.

Pero qué pasa cuando tenemos actividades como por ejemplo resolver problemas, ingeniar una estrategia, inventar un producto, componer una melodía, aquellas actividades donde se requiere realizar tareas complejas y retadoras y que usualmente están ligadas a nuestro trabajo. En este caso el proceso debe ser igual o más valioso que el resultado final para garantizar una buena ejecución y solución. Usualmente si preguntamos ¿qué podemos hacer para que las personas se sientan motivadas para realizar la actividad?, muchas personas e incluso empresas, pudieran optar por ofrecer una recompensa y muy probablemente dinero. Sin embargo, en este tipo de actividades el poner el foco en la recompensa puede ser contraproducente, ya que por ganar la recompensa no nos enfocamos eficientemente en la tarea a realizar, ponemos el interés en el premio y no en la actividad, generando un obstáculo en la creatividad y un rendimiento pobre.


Esto se puede ver en un estudio realizado por Sam Glucksberg un psicólogo que a principios de los 60s quería ver qué tanto mejoraban las personas al resolver un problema cuando se les daba el incentivo de ganar dinero. Los participantes se dividieron en dos grupos ambos tenían que resolver un problema específico, el primer grupo solo iba a resolverlo por diversión y al segundo grupo se le dijo que recibirían $20 dólares si lo resolvían más rápido que los demás, o $5 dólares si quedaban en los primeros 5 lugares, ¿qué tanto la recompensa de dinero incrementó el rendimiento de las personas para resolver el problema? En promedio les tomó tres y medio minutos más para resolver el problema, la promesa de una recompensa hizo que su rendimiento empeorara.

Cuando trabajamos solo por dinero mantenemos el interés en la zanahoria y nos olvidamos de las actividades, de los clientes, de la misión de la organización, de nuestras capacidades y peor aún de nuestro propio propósito de vida.


Y por ejemplo ¿qué pasa con la felicidad? En si, la felicidad es un reto, una tarea compleja y creativa que demanda motivación intrínseca y no debería ser una tarea tediosa y horrible, de lo contrario nadie la buscaría, si a la felicidad le ponemos recompensas perderemos el camino y muy probablemente perdamos de vista la felicidad que pasa frente a nosotros por estar con la mirada puesta en el premio.


Por ejemplo, algunas de las recompensas que nos ponemos pueden ser: cuando tenga el trabajo de mis sueños voy a ser feliz, cuando me compre una casa propia seré feliz, cuando tenga un hijo, cuando me case, cuando, cuando, cuando. Y mientras tanto la vida se nos puede estar pasando de largo porque nuestro foco de atención en referencia a la felicidad está condicionado a esa recompensa. Encontramos mayor felicidad cuando somos capaces de disfrutar el viaje, inmersos en lo que estamos haciendo y en las experiencias que vamos teniendo, cuando podemos poner atención plena a los diferentes matices que va teniendo cada momento de la vida.


Cuando hacemos lo que hacemos solamente para conseguir una recompensa en específico sin importar el procedimiento o las labores que tengamos que hacer, tenemos mucho menos interés en lo que estamos realizando, las recompensas funcionan para aquellas tareas simples y que no nos gusta hacer, pero para actividades que suponen un reto, son complejas y requieren de creatividad las recompensas interfieren con nuestras acciones.

¿Qué podemos hacer de manera individual y en las organizaciones para generar motivación en este tipo de actividades? La motivación debe venir desde adentro de uno mismo, es decir, debe ser intrínseca, y esto se puede lograr incorporando otros factores como entender el propósito o la utilidad de la actividad para, por ejemplo, lograr un bien a otra persona, a la naturaleza o a la sociedad, el uso de fortalezas de carácter, habilidades o talentos, que la actividad esté alineada con nuestro propósito de vida y con nuestros valores o que suponga algo que en realidad amamos hacer como nuestra vocación, aquellas cosas que haríamos aunque no nos pagaran. Si logramos entender e incorporar estos puntos en las actividades que hacemos es más probable que encontremos una motivación más profunda para hacer lo que hacemos.


Al final encontramos mayor alegría a lo largo del camino cuando somos capaces de estar inmersos en lo que estamos haciendo por el propio bien.


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